9.11.10

'Sores' del Convento M. Auxiliadora 5

Después del paseo para bajar la cena, me acompaño a la celda donde iba a dormir una monja altísima, mediría cerca de los 2,10, espigada, delgada, y bien recta, sin un ápice de chepa, ni inicios de ella. Portaba en el cinto, las llaves de todas las puertas del convento, me fijé mientras andábamos por los pasillos apenas iluminados, que en la mano izquierda, en uno de los dedos largos y huesudos, llevaba un anillo, que era un anillón. A simple vista, para un ignorante de la joyería, como un servidor, parecía el diamante más grande que jamás había visto. Tal fue la curiosidad que me entró al ver dicho pedrusco en una monja, que no me pude reprimir y le pregunté por él.

Me contó, que ella era la única hija de unos agricultores manchegos. Que en aquella época, lo mejor que le podía pasar a una mujer de familia humilde, era casarse con alguien que la tratara bien y la cuidara. Que al ser hija sola, los padres hicieron todo lo posible por encontrar el esposo correcto que la pudiera mantener y que labrara las tierras para que no se perdieran. Y que un día vendiendo las hortalizas en el mercado de Albacete; lo encontraron. Era un joven galán, muy apuesto, de familia adinerada y ascendencia noble, que se quedó prendado de la joven, cuando con cuidado colocaba los calabacines en las cajas.
Después de dos años viéndose los primeros sábados de cada mes, los padres se pusieron de acuerdo y fijaron fecha para la boda. El joven galán compró a la muchacha un anillo con un diamante, el más grande que había en toda Europa, para dárselo el día de la boda, en señal de amor.
Pero un mes antes del evento, unas fuertes fiebres atacaron a la joven y la semana que pasó en cama: creció 50 centímetros. Tal fue el impacto al ver de nuevo a la muchacha que de infarto el joven falleció. Como consuelo la familia de este le regaló el anillo, para que tuviera al menos un colchón por si venían vacas flacas ya que con esa altura descomunal difícil era de casarla.
Destrozada por la muerte de su futuro marido y avergonzada por la nueva altura que le hacía parecer un gigante monstruoso, pidió refugio y asilo en el Convento de María Auxiliadora. Así llego aquí hace 60 años: la hermana Sor.Tija.


1 comentario:

nines dijo...

lo dicho a cual mas guay, aburridas ni de coña