16.11.10

'Sores' del Convento M. Auxiliadora 6

A media noche un sonido extraño que venía del pasillo, me despertó.

Arropado con las sabanas y la media docena de mantas, las cuales no permitían ningún movimiento brusco, oía como los ruidos, se acercaban y se alejaban sin un patrón aparente por el pasillo. Con mucho cuidado y esfuerzo, salí de la cama y me dirigí a la puerta. Puse mi oreja pegada en la madera e intenté reconocer los sonidos del pasillo. Pude distinguir dos: uno era de un palo que golpeaba las paredes y el suelo, el otro más desagradable: era como si un abuelo sin dentadura y con Parkinson tomara una sopa con una cucharita de café. Intrigado por saber quien o que hacía semejantes ruidos, salí de la celda.


ZASSSSSSS, nada mas salir recibí un tremendo bastonazo en la cabeza.
ZASSSSSSS, seguidamente otro mas en la espinilla.
ZASSSSSSS, y cuando estaba ya en el suelo en forma de croqueta recibí un tercero en los lomos.
Cuando pude mirar hacia mi agresor, un líquido pegajoso cayó en mi rostro, en ese momento alcé la voz y todas las hermanas salieron asustadas de sus celdas. Separando de mi, al agresor. Una vez todos calmados y con la cara limpia, pude ver quien me había fustigado con tanto esmero: ¡Una monja! quien si no; recordando en ese momento de asombro, que estaba en un convento perdido de la mano de Dios. Una monja bajita, algo regordeta, que lucía tales gafas, con tales dioptrías, que sus ojos se perdían entre las pecas de su rostro. En su mano izquierda portaba un bastón con el cual se guiaba por los pasillos. De ahí los golpes a la pared y a un servidor. Lo que no me quedo claro es de donde sacó el liquido pastoso que me cayó en la cara, hasta que me fijé en su boca, Agggghh. Imaginen: al carecer de dentadura inferior, tener bastantes achaques por la edad y tener hipersalivación; babeaba y babeaba como un San-Bernardo con hambre.

Un grupo de hermanas me acompaño a la cocina a por hielo para colocármelo en la cabeza, mientras el resto acompañaban a la hermana ciega por los pasillos hasta su celda. Mientras íbamos camino de la cocina Sor.Téo me dijo con su voz grave: No se lo tenga en cuenta a Sor.Ver es mayor y como ha podido observar un poco ciega.





Este capítulo se lo dedico a Javier, de parte de un autista.

1 comentario:

nines dijo...

que quieres que te diga, me lo paso genial con la vida del convento, yo que aspiraba a monja de clausura para cuidar la huerta, retiro lo dicho me voy con ellas, que tengo asegurada la diversión